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Predicaciones Cristianas – El Poder De La Humildad 1

 

La humildad es muy poderosa, y el orgullo solo un signo de debilidad. La humildad es síntoma de gente segura y firme, por el contrario, el orgullo es síntoma de inseguridad.

Por lo regular, la gente relaciona la humildad, a lo sucio, lo poco, y lo malo. Pero la Biblia la asocia a lo bueno. La Palabra nos enseña en Proverbios 22:4 que las riquezas, la honra y la vida son la recompensa de la humildad.

La humildad es tan poderosa que pueda hacer que las riquezas lleguen a tus manos, y el orgullo es tan malo que puede hacer que se vallan. En el mundo, hay más gente perdiendo por orgullosa que por humilde.

Se necesita humildad para vivir en lo mucho. Si eres último lugar en tu clase, seguramente no es por humilde, sino por haragán. Cuando eres quien tiene el honor, las medallas y el reconocimiento necesitas la humildad. Si eres pobre se requiere que resistas mientras sales adelante, pero si eres rico requieres de la humildad para soportar las bendiciones que Dios te da.

Nosotros relacionamos mal las cosas, decimos que si vives en una casa que ya se cae y está llena de goteras se es humilde, pero en verdad, la humildad se lleva en el corazón, no en el bolsillo.

La humildad es poderosa. Si la dejas fluir podrás ver cuántas cosas pueden venir a tu vida. La más poderosa de las posesiones que Dios puede traer a la vida de un hombre y una mujer está en Isaías 57:16.

Cuando mandaron a Moisés a hacer el arca del pacto, el propiciatorio era en oro con dos querubines que hacían el respaldo del trono de Dios juntando sus alas. Ahora bien, imagínate a Dios entre ángeles, serafines y querubines diciendo: Santo, Santo, Santo, y Todo Poderoso. Y que Dios diga que le da igual estar entre ellos o entre nosotros por ser humildes.

No hay quien acapare la atención de Dios si no tiene el corazón humilde. El Señor atiende al humilde. Una cosa es que Dios te oiga y otra que te atienda. Él puede escucharte o decirte que pases adelante y atenderte por ser humilde. Dios no atiende al orgulloso.

No puedes captar la atención de Dios peleando con Él. Puedes hacer berrinche siempre, pero Dios no te hará caso. Siendo humilde se capta la atención de Dios. El Señor da gracia al humilde. Deja de tener orgullo, no te sirve de nada.

En Proverbios 29:23 dice: El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre; Mas el que frecuenta rameras perderá todos sus bienes. 

Los soberbios viven abatidos, tienen congoja y les cuesta dormir. Puede que estés abatido el día de hoy, que haga un llamado para orar por ti, y que el desánimo se valla hoy de tu vida. Pero, si regresas a tus prácticas orgullosas, le abras la puerta al enemigo y vuelvas a estar desalentado. El problema no es si oramos o no por ti, es si dejas o no el orgullo. ¿Cuándo vas a salir de ese abatimiento?, ¿Qué ocurre en tu ser? Hay orgullo, y debes dejarlo, porque te apesadumbra y es carcoma de los huesos.

En 1 Pedro 5:6 dice: Humillaos, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.

¿Hay algún problema en que Dios exalte a alguien? No lo hay. Dios no tiene problemas en que la gente te bendiga y admire, no siente competencia. Él es muy seguro de sí mismo y no le ocasiona ningún problema eso. El Señor quiere exaltarte y no hay nada de malo en ello. Debemos entender que Dios quiere darnos cosas que nuestra mente no logra alcanzar.

Dios te exaltará cuando sea tiempo. Ahora bien, ¿por qué se ha tardado tanto, será que no has pasado lo suficiente humillado bajo su propia mano? Dios te quiere exaltar y levántarte,quiere que seas la mejor persona en la universidad, en el colegio y empresa, pero desea que sepas entregarle la honra a Él. En Apocalipsis, hay 24 reyes que recibieron coronas de parte de Dios, y después se las quitaron y se las entregaron postrándose a sus pies diciendo que Dios es el único que se merece la honra. Hay coronas que Dios nos da, luce tú corona, pero tienes que saber que esa corona debe ser puesta a los pies de Cristo. Debes ser completamente bendecido con humildad.

Junto a Julia, mi esposa, orábamos por nuestros hijos desde que estaban en el vientre. Pedíamos que amarán y respetaran más a Dios que a nosotros, también para que tuvieran temor de Dios, y para que el Señor les diera un ministerio, Dios no le niega nada.


 
 
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